Acerca de

La enseñanza del dibujo:

Enseñar a dibujar es generar un cambio, invitar hacia una acción permanente, contínua, reflexiva que trasciende el espacio gráfico para convertirse en recurso disciplinar.

Pensamos que la enseñanza siempre es subjetiva; la construcción del conocimiento supone siempre transformación de la información, y, en este sentido, el docente, percatándose o no de ello, se transforma en filtro, intérprete, o crítico –porque la enseñanza es siempre creativa, colectiva. Por supuesto, la eficacia del proceso depende también del ánimo del aprendiz, de sus intereses y motivaciones, e incluso de sus propios prejuicios. El profesor actúa, así, como un coordinador de escenarios para intercambiar y generar pensamientos, propios y ajenos.

El hecho de aproximarnos a una propuesta para la enseñanza del Dibujo Arquitectónico implica realizar una reflexión sobre un tema mucho más amplio que la formación y adquisición de destrezas en acciones de trazado y convenciones normadas; un tema centrado en las múltiples vinculaciones de la disciplina con el dibujo, pero orientando la formación del alumno hacia el entendimiento de que los instrumentos utilizados en la práctica disciplinar condicionan el modo en que interpretamos, comprendemos y nos enfrentamos a la realidad.

En esta dirección, afirmamos que la introducción al aprendizaje del proceso proyectual arquitectónico se da óptima, cabal y propiamente en el dibujo, en la ejercitación en la expresión gráfica: una ejercitación que habrá de pasar en momentos sucesivos del entrenamiento en el dibujo genérico hacia un acercamiento a temas y motivos arquitectónicos; de este acercamiento se obtendrá la introducción a las claves proyectivas específicas de la profesión, de la función al diseño y de la composición a la construcción.

El dibujo de arquitectura, inevitablemente analítico, proyectivo y crítico, constituye incluso una especie de ideal introducción al ejercicio de la arquitectura, en el sentido de una introducción particularmente “completa” a él; es una iniciación a cada una de sus facetas o dimensiones: en él se aprende de composición y diseño, pero también de adecuación al entorno y de usos y materiales, y al cabo de técnica y construcción.

Desde luego, todo lo dicho hasta el momento viene a subrayar la necesidad que tiene el estudiante de arquitectura de ejercitarse abundantemente en el dibujo: no con vistas a convertirse en “dibujante”, pero sí para llegar a desenvolverse con cierto margen de eficiencia y con solvencia en el dibujo —de modo paralelo al lenguaje oral—, e incluso a “disfrutar” en alguna medida ejercitándose en él. Será necesario que los estudiantes se familiaricen con las leyes de los diversos medios gráficos y con la amplia gama de recursos técnicos propia de cada tipo de dibujo; y que cuenten con la guía crítica de los docentes y con el contraste de sus producciones frente a la de otros, pero fundamentalmente identificando su propia evolución en la asignatura.